Por Valeria Solís T.
Periodista y Escritora
Se apasiona al hablar de sus pinturas, cada detalle es una pulsión. Pinta, entrega y despliega sus brazos por enormes telas para luego mirarlas e identificar qué es lo que venía desde el misterio de su inconsciente y qué venía desde la idea previa. Luego limpia los trazos y les da forma; formas aparentemente caóticas, pero con un orden simbólico que atraviesa los colores.
Alejandro Méndez estudió arte bajo el alero de los grandes maestros de la escuela de UC a fines de los 80′: Roser Bru, Gonzalo Cienfuegos, Gaspar Galaz, Eduardo Vilches y otros tantos maestros del arte contemporáneo nacional, de cada uno de ellos rescató un trazo, un dato de técnica, una forma de crear, una pulsión emocionante para conectar con el color, pero nadie habló de industria cultural, gestión cultural ni cómo un pintor en chile hace dinero con su arte. Sabía de arte, pero no de negocios. En este estado semi confuso de muchos egresados de arte, buscó caminos en otras áreas y llegó a la publicidad. Se transformó en un destacado director de arte y levantó con un socio una empresa de post producción, Postonworks, una de las mas prestigiosas. Todo estable por casi 20 años hasta que llegó la bendita crisis: Hoy es pintor.
Entras a arte ¿y qué fue pasando?
-Entro a arte y empiezan a pasar pequeñas bendiciones, con el tiempo entendí por qué tenía que estudiar arte, pues si bien mi entorno cercano mis primos son ingenieros, no hay artistas, pero después descubro que entre mis antepasados había pianista, por ejemplo o mi mismo papá que es ingeniero comercial, siempre quiso ser arquitecto y me apoyó en mis decisiones vinculadas al arte, aunque la arquitectura y el arte no tienen mucho que ver, porque el arquitecto emplea la estética, pero con un propósito funcional, trabajas para otros y no terminas necesariamente haciendo tu propia obra. Yo en mi pintura, por un tema técnico es necesario tener una secuencia de la obra, dedicarse a la pintura requiere un trabajo muy profundo. Dedicarse a la pintura implica telas, espacios, olores, pinceles, si no los limpias a tiempo se te echan a perder, etc.
Y en el camino, ¿por qué la pintura?
-Porque lo que siempre fluyó en mi fue el dibujo, lo que me gusta es dibujar y hacer monos de cosas que tengan sentido y obviamente una de las técnicas más potentes es la pintura, porque tanto el dibujo como el grabado son técnicas que si deseas que como obra se vean tienen que derivar en una pintura, es un formato que te lo permite. Además está el tema del color…, tu primero eres un dibujante, luego eres un alquimista al mezclar los colores, Gonzalo Cienfuegos me decía «la pintura es como la cocina», porque tiene ese rito de mezclar, como la abuelita con su receta (risas).
¿Sales de la Escuela de Arte pensando en ser pintor?
-Salgo de la escuela sin tener la más minima idea de qué iba a hacer, porque era todo naif. En la misma escuela no había una orientación de cómo profesionalizarse, algo que nos dijeran «ustedes deben juntar tanto cuadros para exponerlos o inventen un sistema de venta, pueden ser un proveedor en algún rubro, nunca te explicaron bien a qué te podías dedicar.
Era ser un van Gogh no más y no menos…
-Claro, yo salí con harta efervescencia no más, pero justo me topo con un amigo de años que estaba trabajando en publicidad en un rubro que se llamaba computación gráfica, que era dibujar con computación, era algo nuevo en ese momento, y él me dijo el cargo se llama «Director de arte» tu herramienta no será un pincel sino un más y es para clientes de publicidad. Yo no sabían nada de computación en esa época, las pocas herramientas gráficas eran súper desconocidas, pero aprendí y me hice seco en el área, fui capo, capo.
¿Y cuánto tiempo estuviste en eso?
-Trabajé 19 años, le hice corrección de color a películas de Silvio Caiozzi por ejemplo o Boris Quercia, pero nunca estuve en una agencia, sino que era parte de un centro de post producción, a eso me dediqué. Tuve la suerte que con mi amigo partimos trabajando para otros y después pudimos levantar nuestra propia empresa, que fue finalmente la empresa de la cual emigré, vendí mi parte y me fui.
¿Qué pasó en estos 19 años?
-En los últimos dos años me casé y tuve dos hermosas hijas, pero mi socio era soltero y empezamos a tener problemas. El mundo de la publicidad es un mundo muy loco, muy rápido, y muy absorbente, y bueno yo trabajaba de 9 a 7 y mi socio me decía: ¡te estás yendo a las 7 y tenemos más proyectos!, pero yo tenía familia. Me fui con pena porque no me entendió este contexto. Y al irme, como no tenía sueldo fijo, empecé con las vacas flacas y esos problemas empezaron a gatillar en mi matrimonio.
¿A qué te refieres?
-Por ejemplo, con mi señora hicimos una terapia de pareja, pero finalmente decidimos separarnos, y el día que lo decidimos me vino como un click y le digo: yo había dejado de ser la persona que yo era, dejé de ser el Alejo, el artista, soy baterista también, tuve bandas y todo, y por un tema práctico de no saber cómo combinar los tiempos entre la música, la publicidad, ella me dice que la deje sola. Es una tremenda mujer, pero claro, si hubiera tenido la madurez y lo práctico que soy ahora, las cosas hubieran sido distintas, y en ese minuto, en que lloré con ella, le prometí que iba a ser realmente quien yo era. Según una terapeuta yo volví a hacer artista para reivindicar a mi familia, el no atreverse a ser lo que uno es, aunque sea tan radical como ser pintor, porque en Chile ser pintor, es considerado prácticamente una locura.
¿Y hoy cómo vas manejando todo?
-Ahora particularmente estoy un poco al día, tengo unos cuadros que son por encargo, otro para una bienal en Buenos Aires, y otros que son parte de la serie de mi obra «Interfaz».
¿Cómo diste el salto a la pintura después de tantos años en publicidad?
-Apliqué todo mi know how de publicidad, incluso he hecho una campaña de marketing de mi obra. Lo empecé a hacer con toda la fuerza y entusiasmo, pero después llegó un momento que me ayudó cuando me dijeron: «no busques más que seas tú y creer en ti, cuando tu creas que eres pintor por esencia y no para que otros te reconozcan, ahí todo va a fluir y todo te va a resultar» y eso es lo que entendí.
¿Cómo se concretó?
-Pinturas por encargo. Recién hoy mi pintura está generando ventas interesantes, como una de las obras que expuse en Lastarria, en una expo con otros artistas. Esto ha sido en dos años y medio, ha sido meteórico. Primero me pasó que me adjudiqué ocho pinturas para el casino Monticello. Me dijeron paisajes chilenos de norte a sur. Luego, el relato o el concepto de lo que quiero decir, es algo que me ha ido mi tutor Arturo Duclos desde el año pasado. Me ha ayudado mucho, me ha explicado lo importante que es el relato, el «de qué se trata tu pintura». Un día me dijo de pintura y técnica no te voy a hablar porque eso está bien, hay que llegar a tu imaginario, qué es lo quieres decir. Entonces empecé a buscar otro tipo de dibujos, con figuras que vienen desde mi interior. Técnicamente me preocupo de que visualmente sea atrativo verlo, pero el artista por muy etéreo que sea, debe apostar a tener el feed back de un espectador, se necesita que alguien vea tu cuadro.
¿Y cuál es tu imaginario?
-En el trasfondo estoy tratando que sea lo más sutil, porque una de las cosas bonitas de la obra es que el espectador lo termine al verlo, saque su propia interpretación. Primero empecé a hacer mis obras muy gestuales y muy expresivas, pero de a poco, que vinieran más del alma que de la mente, y es ahí donde empezaron a salir las cosas de Interfaz ( el proyecto más grande). Primero dibujo a carboncillo y después voy marcando con pintura las cosas que siento que podrían estar contando el cuento de la obra, que me llega a través de estas interfaces, y por eso esta serie se llama interfaces.
¿Pero porque hay un puente entre el inconsciente-consciente o de qué se trata?
-Primero hay una conexión que la veo desde un punto de vista muy sano, que no es pretencioso, que siento que me llega desde el Universo, en el fondo, yo soy la interfaz y la dibujo en estos cuadros; de a poco traté de ir armando (la serie) y al mismo tiempo traté de descubrir la metodología que se estaba provocando al pintar, es decir, crear un cuerpo de obra: un número de cuadros, con tamaños relativamente fáciles para ser apreciados, y es lo que me aconseja Duclos ahora, que sean obras para exponer y no para vender.
«Lo mío no es abstracción. tiene inicios abstractivos, con figuras que al principio no sabes lo que son, abstracción semi figurativa, donde el color es una guía, la idea es que la pintura esté viva,¿y cuando ocurre eso? mientras el pintor la está creando y cuando el espectador la observa», aclara.
También hay decisiones de colores y formas que son en virtud de qué?
-Eso se apega a la estética, el cuadro tiene que quedar hermoso, y si bien no soy apegado a la academia, hay varios elementos que considero incoporarlos porque tienen que ver con el respeto al espectador, por ejemplo, hay ciertas perspectivas que funcionan bien para que el espectador pueda entender el relato, es decir, que en el espectador haya ideas potenciadas por las sensaciones. Mis cuadros son cien por ciento expresionistas.
«Hoy me he metido mucho con el tema de los chakras, porque estar alineado te permite fluir más al crear» , advierte.
Actualmente el pintor está concentrado en concluir un cuadro para la Bienal de Arte de Buenos Aires que se realizará en octubre, el tema es Chile: «Pinté todo Chile, de norte a sur y de sur a norte. Parece una persona al centro, porque para mí Chile está atrapado, con ataduras, es un pais que hoy está en problemas, sin embargo, también está ¡vivo! y su mente en algun minuto se va a abrir. Hoy vive apretado, con una energía contraída que explotará en algún momento».