Por Boris Gálvez Llantén
Director del Instituto Prana Kine
Una de las técnicas más arcaicas del hombre-mujer medicina es el viaje chamánico. Para esto, el médico-curandero(a) viaja a otras realidades (mundo espiritual) desde donde trae la medicina, información especial para la comunidad y sanación de sus consultantes.
El viaje consiste en ir más allá de algo meramente imaginario. La percepción sensorial se despierta y hace posible que el chamán entre en un estado amplificado de consciencia y una realidad desconocida, misteriosa, en donde pasa pruebas internas y, muchas veces, lucha para poder traer la consciencia a la materia. Cada viaje es una introspección profunda, las dimensiones internas de los sistemas morfológicos y fisiológicos de nuestro cuerpo, los cuales se hacen reales y conscientes. El chamán experimenta su realidad interna, donde encuentra todo lo que el gran creador le ha regalado. Cada estructura anatómica ha venido desde una evolución de la especie y es el momento donde el chamán la recuerda y le da un sentido. Muchos textos comentan que el viaje es hacia afuera, no obstante los chamanes amazónicos cuentan que el viaje es hacia el mundo interior, siendo las plantas maestras o el sonido monótono del tambor el gran vehículo para esta aventura.
Cada planta maestra va mostrando las rutas del interior, las cuales hacen recordar a la consciencia quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde nos dirijimos. De esta manera, vamos conociendo nuestras rutas secretas y expandiendo nuestro interior. Muchas veces se necesita la canoa como instrumento de transporte, así el curandero recorre los ríos interiores (para los chinos conocidos como el chi que recorre los meridianos, o el prana que fluye por los nadis para la cultura ayurvédica). Cada marea va dando una experiencia (como la aproximación de la fluidez del líquido céfalo raquídeo en el sistema cráneosacro y la navegación muchas veces es tormentosa; seres oscuros, demonios, dragones, etc (proyecciones psíquicas e inconscientes) salen para limitar el camino. No obstante el chamán ya conoce estos caminos, por ende sabe de qué forma debe soplar los “aires negativos”, (junto a su pipa y tabaco); conoce la jerga de sus animales de poder (leones, serpientes, águilas, etc.) y puede viajar escuchando las voces de cada planta que ha dietado (ícaro). La finalidad del viaje tiene una connotación espiritual y un propósito claro, los cuales inspiran al curandero a entrar en la profundidad del Ser.
El chamán tiene una práctica intensa por años, ahí conoce sus caminos, infiernos, seres aliados, ángeles, plantas, etc. De esta manera va en búsqueda de la consciencia perdida del consultante; entra en sus mundos, abre sus caminos y busca donde se ha perdido el alma. Es así como trae a la consciencia a través de visiones, sensaciones, ideas, percepciones, llegando a la curación.
Muchas veces el chamán ocupa el sonido monótono del tambor para entrar en estados amplificados. De esta manera, este instrumento sirve como si fuese un vehículo (como la canoa) para viajar al mundo espiritual y traer la consciencia al presente. Cada pulso le recuerda al curandero quién es y hacia dónde va, lo inspira y motiva a elevarse o descender en búsqueda de medicina. En cada viaje se sostiene por sus espíritus aliados (ángeles, animales, piedras, plantas, etc.), los cuales lo conducen hacia una realidad distinta, donde encuentra la verdad, la fuente suprema.
Una de las grandes cosas que hemos recordado como seres humanos es que somos toda la evolución de la existencia, desde que fuimos viento hasta la evolución cerebral que hemos tenido como especie en la actualidad. Por ende, podemos reencontrarnos con todos estos estados dentro de nuestro Ser. Cada célula y neurona está dotada con dicha información, y es nuestro deber y responsabilidad conocer estos regalos, traerlos al presente y hacerlos vibrar en el aquí y ahora.
Somos un macrosistema universal, en nuestro interior encontramos los planetas, los ríos sagrados, los abuelos más antiguos, etc. Toda nuestra sanación está en nuestro interior, por ende, surge la inspiración del viaje chamánico como técnica para recordar quiénes somos y retornar a nuestro hogar, que somos nosotros mismos.