Por Valeria Solís T.
Directora Mirada Maga
Muchas veces nos preguntamos dónde ubicamos la esperanza en un mundo en el cual vemos dolor por la injusticia, por el desequilibrio, la ignorancia y la violencia, y que además pareciera afectar a los más vulnerables, a quienes experimentan más carencias, o la naturaleza, los niños, las mujeres. Efectivamente, cuando se mira el paisaje desde el papel secundario y no del protagónico o se mira desapegado de la vida, como si la propia vida anduviera por un carril y nosotros por otro, es complejo poder dimensionar ni menos sentir esa esperanza.
Sin embargo, esa esperanza está viva y presente en cada segundo y se puede observar y sentir cuando nos salimos del papel del extra de nuestra propia película de la vida o el guión de nuestra vida o de la víctima expuesta a los movimientos externos, cualquiera. Puesto que es ahí donde está todo el potencial, es ahí donde uno puede distinguir que sí puede hacer cambios que redunden en el paisaje general, es en ese aquí y ahora donde se puede visualizar que no estás solo o sola y que puedes potenciarte con los otros, con tus pares.
No todos somos iguales, claro está, pero sí todos estamos aprendiendo lo que es vivir, unos desde la plena ignorancia dando rienda suelta a los impulsos inconscientes o los básicos, primarios sin amago de esfuerzo por ir más allá, menos de hacerse responsable de su propio camino mientras que otros, desde el impulso de no conformarse, de ir más allá de lo evidente, considerando que quizá sí hay un potencial de información en un ámbito aparentemente invisible, que es capaz de ser «captado» desde los sentidos, desde la intuición. Lo exponencial de esta actitud es que al integrar ese lado de la realidad y de la existencia se comprende que podemos ser protagonistas y hacer cambios concretos no sólo en nuestra propia vida sino consecuentemente por el entorno. Por ejemplo, algunos pueden estar interesados en cuidar lo que comen y de paso cuidan la naturaleza, o cuidar sus relaciones personales y por tanto las cotidianas y casuales, o cuidar su propio aprendizaje y por tanto compartiéndolo con otros para sensibilizar.
En otras palabras, la invitación para iniciar este 2019 es que tomemos la esperanza como un verbo de concreción, menos romántico y más maduro, menos superficial y más sublime, sólo asumiendo nuestro propio rol como individuos, sólo permitiéndonos dimensionar que somos un Todo donde confluyen diversas cualidades para recorrer la existencia, y donde lo invisible da el soporte a lo visible, saca los velos y observa. La esperanza te estará esperando.