Por Valeria Solís T.
Terapeuta energética, escritora, periodista
Directora Mirada Maga y Mirada Maga Ediciones

Una de las confusiones que más daño nos ha hecho como personas, pueblo, comunidad es la ilusión de que la seguridad es la que nos dará continuidad por toda la vida, pero esa creencia termina sosteniéndose desde el miedo, el terror a perderla,  y finalmente la creencia termina poniéndose rígida. Y la rigidez, que suele tener una voz unitaleral («la vida es así», «las cosas son así», «siempre ocurre lo mismo») que no permite ver o escuchar o conectar con las otras voces, termina provocando la muerte. Muerte entendida como la negación al cambio, a la transformación, que es lo más propio de la naturaleza, pues ni nosotros morimos al desencarnar. Esa rigidez tan evidente que con el más provocador de los viento se quiebra, mientras la flexibilidad fluye, se mueve y adapta.
Lo complejo para algun@s es que la seguridad debe enfrentarse con valentía, aquella que permite ver la verdad, de cómo funciona la tierra, ¿cuál verdad? que hay que comprenderla desde la impermanencia, lo momentáneo, pues lo natural es que cada nueva experiencia profunda nos transforme. La vida es ciclos, Y pregunto ¿no les resulta evidente cada vez que experimentan los cambios de estaciones?,o ¿que cada mes ven circular sobre sus cabezas a la luna?, o ¿cómo cambian de color las aguas de los ríos con o sin deshielo?,
¿Han visto pelechar a su mascotas?¿No es evidente acaso que lo que está vivo cicla?
Sé que provoca vértigo de sólo pensar que nada de lo que tenemos es seguro, sin embargo, hay algo que siempre está ahí, como piso, como sustento incondicional y que además se nutre con cada tránsito, con cada cambio: nuestra alma, nuestro yo interior, el cual diariamente espera por nosotr@s, por reconocerlo y escucharlo.
La editorial de este mes la escribo desde mi más profunda convicción de que todo esto que nos ha ocurrido externamente en Chile y el mundo, con todo lo que ha despertado y nos ha mostrado, a unos ciegos más que otros, claro, es para trascenderlo desde lo alto, no para llorarlo ni patearlo, ni escupirlo más, es para trascenderlo desde nuestra más alta sabiduría.

Les deseo lo mejor mis queridas magas y magos, ¡sí se puede!

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