Por Valeria Solís T.
Terapeuta energética, escritora, periodista (UDP)
Directora Mirada Maga
El jueves 5 de noviembre fue el lanzamiento del último libro de Isabel Allende, «Mujeres del alma mía» (sello Plaza & Janés y Sudamericana) en formato impreso, ebook y audiolibro y de manera simultáneamente en España y Latinoamérica. Éste es su libro número 25, muchas recordamos el primero, cuando antes de cumplir 40 años Isabel hacía guiños al realismo mágico haciendo fruncir el ceño de muchos e inspirando a tantos miles de otros. Hace pocas semanas nos enteramos que recibió el Premio Liber de la Federación de Editores como la autora hispanoamericana más destacada, una distinción importante dentro de una larga lista. Es que su camino literario se ha marcado por esa extraña contradicción en que mientras más vende (más de 70 millones de ejemplares) más se traduce (a 40 idiomas) una parte del mundo pareciera molestarse, incomodarse y otra disfrutarla al máximo sintiéndose representada, entreteniendo o inspirando a tantos y es precisamente esa contradicción la que vuelve oportuno y valioso
este libro, porque inteligentemente Isabel Allende no dirá en voz alta «¡valoren a las mujeres!» como un dogma persé, sino que desde el testimonio, de lo valioso de estar en el espacio y tiempo correcto, nos relata su relación con lo femenino y el feminismo. Es que este libro nos habla desde Michelle Bachelet, de Virginia Wolf, hasta de su madre Panchita, del colectivo porteño Las Tesis, de su hija Paula, de Carmen Balcells, de las mujeres que la han marcado. «En Mujeres del alma mía, la gran autora chilena nos invita a acompañarla en este viaje personal y emocional donde repasa su vinculación con el feminismo desde la infancia hasta hoy, siempre desde una óptica muy vivencial, madura, apasionada y reivindicativa», dice la editorial.
Como muchas actividades de pandemia, en esta oportunidad se realizó una conferencia virtual encabezada por el editor de Plaza & Janés, David Trias y en la cual pudimos estar presentes y participar con dos preguntas que fueron entusiastamente respondida por la autora.
Ya habían pasado dos días de la elección Presidencial en Estados Unidos y aún no había ganador, tuvo entonces palabras para referirse a la angustia de la incertidumbre como también a la realidad en Chile tras el plebiscito.
-«Estoy viviendo esta situación política traspirando, con una angustia tremenda, de un estrés tremendo» -y advierte- «se ha notado cómo es el público norteamericano, donde han votado 64 millones de personas por Trump, mujeres han votado por Trump, latinos han votado por Trump. Entonces han votado por el neo-autoritarismo en vez de la democracia, por la exclusión en vez de la inclusión. Entonces ¡tengo que tener los ojos más abiertos a lo que es este país! y no pasarme fantasías, porque aunque gane Biden, la mitad del país está por Trump».
El significado del último plebiscito lo explica así: «lo que propone es que vamos a redactar una Constitución democrática y eso ofrece una oportunidad extraordinaria, de cambiar cosas fundamentales, de crear una constitución incluyente en la que todos los aspectos de todo el espectro nacional estén representados, por ejemplo, los indígenas que han sido postergados, silenciados, atacado por quinientos años, que puedan tener su peso y su presencia en la Constitución. Ahora, quienes votaron en contra, es un grupo pequeño que está concentrado en tres comunas, un grupo que se privilegió con este sistema. Y puede ser esto, un ejemplo para el mundo, porque las instituciones que tenemos hoy vienen del siglo XIX y ya no se adaptan al siglo XXI».
La pandemia la ha vivido confinada con su actual marido, Roger, en una luna de miel extendida, según describe, pero con una rutina de soledad y silencio que es muy propia de su vida como escritora.
Acercándonos al sentido del libro, un periodista le pregunta por la relación epistolar con Panchita, su madre con quien se escribió por décadas todos los días.
-Mi mamá se murió (septiembre de 2018)…, yo guardaba las cartas de ella y a fin de año ella me entregaba las cartas que yo le había mandado y las ponía en unas cajas de plásticos y hoy en una bodega hay muchas cajas de plástico. Mi hijo (Nicolás Frías) las digitalizó y calcula que hay unas 24 mil cartas. ¡Imagínate la falta que me hace no poder escribirle a mi mamá!. Me parece que todos los días son iguales. La echo de menos.
En otro momento dice: «por ella yo he hecho muchas cosas. A veces por contradecirla, a veces por compensar lo que ella no tuvo, ella fue, sin duda la primera inspiración, no sólo para el feminismo, para la escritura, para contar historias…mi mamá quería que yo fuera una dama y se encontró con que había muy poca materia prima para eso y tuvo que resignarse (risas)». -Y continúa sobre su relación a mujeres que la han marcado- «Hay mujeres chilenas en la historia como Inés Suárez, la conquistadora de Chile, es una gran heroína, pero es una heroína guerrera y tal vez, muchas mujeres no quieran ser guerreras, pero ella logró hacer lo que ella quería y ésa es la opción, ¡hacer lo que una quiera! Otras mujeres escritoras, poetas, sufragistas, mujeres que dieron todo por la política, cambiaron la educación en Chile, el sistema de salud».
«Hay una nueva ola, que le ha dado un nuevo vigor al movimiento feminista -lo dice al mencionar Las Tesis-. Tendríamos que pensar primero qué entendemos por feminismo, porque es una palabra que está un poco desprestigiada, cuando una dice que es feminista es muy poco sexy, y muchas mujeres jóvenes no quieren llamarse feminista, porque pueden espantar a los hombres. Yo creo que el feminismo se puede definir como una postura filosófica y una sublevación contra la autoridad del hombre, contra el patriarcado ¿Y qué es el patriarcado?-se pregunta-, es un sistema imperante de opresión política, económica, cultural, social, religiosa, que le da dominio de privilegio al género masculino. Pero, no a todos, porque en este sistema de opresión no sólo las mujeres están oprimidas sino cualquiera que no esté en el círculo de poder».
La escritora recuerda: «mi mamá me decía «vas a recibir mucha agresión, te va a ir muy mal, ten cuidado». Y una vez hablamos de eso con mi mamá y le dije «sí, es cierto que recibí agresión, como nos pasó a todas las mujeres que teníamos algo que decir, pero por cada cachetada que recibí, devolví dos” (ríe). Siento que el esfuerzo valió la pena y volvería a hacerlo igual o más todavía!. Cuando mis nietas me dicen que esto ya está pasado de moda, yo digo ¡no!, está pasado de moda para ellas, que son privilegiadas, que tienen acceso a la educación, a la salud, que viven en un país occidental, ellas están bien, pero tienes que pensar en las otras mujeres del mundo, en las que todavía valen menos que el ganado».
Le pregunto: Reconocer y valorar a la mujer ha pasado por varios ciclos, a tu generación aparentemente le toca “pedir disculpas” por tener que dar cuenta de algo tan obvio como que la mujer es un ser con derechos. ¿Estás de acuerdo?
-Las veo envalentonadas y no le piden disculpas a nadie (risas) yo soy de la generación de choque, en Chile al menos, porque en Europa y Estados Unidos, ya era fuerte, pero en América Latina nos llegó tarde y a Chile, un país socialmente muy conservador y católico ¡se demoró mucho! En mi generación ya había sufragistas, al menos habían conseguido el voto, pero nos tocó el impacto, fue difícil, pero ninguna andaba pidiendo disculpas que yo sepa, andábamos con un cuchillo entre los dientes, querida(risas), y tratar de hacerlo con un poco de humor también, porque al mismo tiempo de estar en esta lucha, una barajaba ser mamá, que era y es muy importante, o el tratar de ser esposa o mantener una familia,… el tratar de vivir con dignidad. No era fácil, se necesitaba mucha ayuda. Yo tuve ayuda, tuve una suegra maravillosa y una abuela adoptada, porque mi mamá vivía afuera, era esposa de diplomáticos, pero yo tuve mujeres que me ayudaron en la casa con los niños. Sin esas mujeres no habría podido hacer nada de lo que hice. A ellas les debo mucho…
Isabel, ¿cómo una mujer que cree en el patriarcado puede transformar su mirada o cambiar el paradigma
-Creo que no se cambia sola, vamos en grupo, somos miles, millones de mujeres que vamos buscando un camino y tenemos claro a donde tenemos que llegar, pero es muy difícil llegar, pero tenemos claro que lo que queremos es que termine el patriarcado y sea reemplazado por un sistema en el cual las mujeres tengan un numero critico, el mismo numero de hombres manejando el planeta. Ese es el gran objetivo final, pero tenemos que ir ganando pequeños objetivos día a día. Cuando comencé con el movimiento feminista, que ni se llamaba así, era casi un insulto para el marido (risas), pero cuando comencé a hablar contra el patriarcado ni esa palabra era de uso común, de qué está hablando esta criatura, la palabra feminismo era como grosera, y ah!! La palabra vagina no se podía decir. La primera vez que la oímos en público fue con Eve Ensler cuando hizo «Los monólogos de la vagina». Era una palabra que mi mamá se hubiera muerto antes de decirla (risas) Entonces tu ves cómo las cosas cambian, se consiguen de a poco, cuesta, pero se consiguen.
Ante la pregunta de un periodista si la literatura ha sido el refugio para enfrentar y vivir las adversidades de la vida, ella aclara: «No creo. La escritura es como un vicio, es como una condición genética de ganas de contar algo, el amor por las historias. Lo que ha pasado conmigo es que he podido confrontar demonios, revisar y poder vivir condiciones traumáticas como el golpe militar en Chile o por supuesto Paula. Esas grandes pérdidas que uno tiene no los mejoras con la escritura, pero los entiendes y eso ya es extraordinario. Cuando Paula murió, para mi el año de agonía de Paula fue una noche negra, larga, en que no distinguía una cosa de otra y no entendía por qué se había muerto. Y escribir el libro, línea a línea, palabra a palabra, lágrima a lágrima, fui entendiendo lo que había pasado, fui poniendo orden, encasillando, poniendo límites de manera que no invadiera toda mi vida y todas mis relaciones. En ese sentido, claro, me ayudó mucho».
Ante la interrogante cuán machista y patriarcal es el mundo editorial y literario y cómo ha evolucionado, ella explica:
-Ha evolucionado mucho, las mujeres han estado escribiendo siempre, pero las voces han sido minimizadas silenciadas ignoradas. Mira, en el gran movimiento literario del boom no había una sola representante femenina, eran todos hombres y no porque las mujeres no existieran sino porque al mundo editorial no le interesaba. Cuando se dieron cuenta en el mundo editorial de que había un mercado femenino, de que más mujeres que hombres leen novelas, de que más mujeres que hombres compran novelas, entonces al ver ese mercado hay todo un horizonte que se abre y hoy se publican muchísimas escritoras. Pero todavía no se enseñan en las universidades como a los hombres, ni reciben el mismo número de premios. (Las mujeres) tienen que hacer 3 veces más esfuerzos para obtener la mitad de reconocimientos y son vilipendiadas por los críticos. Si uno vende, como es el caso mío, «entonces no tienes condición literaria porque vendes para satisfacer al mercado». Y, si no vendes y eres lo más oscuro posible, tal vez te den un premio, porque no significa ninguna competencia para los machos que dan los premios… Es muy difícil, pero se ha logrado mucho en el tiempo que yo llevo escribiendo.
David Trias le dice casi al cerrar: Escribes en el libro que empiezas a escribir antes de los 40 años casi como pidiendo perdón…
-¡Exactamente!, ¡exactamente! -responde la escritora- y si no hubiera sido por Carmen Balcells que creyó en mí, hoy día estaría jubilada después de haber trabajado 40 años en un colegio. Ella creyó en mí; ella me dio, no sólo la oportunidad de publicar, sino que los consejos…, que me han servido tremendamente. De partida “¡no pidas disculpas, échale para adelante!”.