Por Valeria Solís T.
Directora Mirada Maga Ediciones. IG @MiradaMaga

Si mira hacia atrás, se recuerda de pocos amigos y escasas habilidades para el fútbol, el deporte rey de los hombres. Pero nada de eso era un problema para su mundo preadolescente, porque tenía algo más maravilloso a su alcance, además de los libros que le prestaba o compraba su abuelo, contaba con las hojas en blanco que sobraban de los cuadernos del colegio y cientos de historias que plasmar a mano. Eran los juegos de verano en San Miguel, donde Alberto Rojas (45)daba forma a lo que sería su gran pasión y oficio.

No fue fácil ni de perogrullo plantearse como escritor, ni cuando niño, ni de adulto, ni siquiera cuando ya había publicado dos novelas juveniles y era considerado el primer escritor de literatura fantástica en Chile. Lo pone nervioso el reconocimiento público y esa bulla que se puede provocar. Se sorprende, se extraña. Y quizá por eso, publica sin expectativas y disfruta más los reconocimientos y oportunidades que se le presentan. El escritor le debe al periodista, me aclara, pero sabe también que quien estuvo antes y estará hasta el final será el escritor, no el periodista.

«Fui hijo único, e irónicamente soy muy diferente al estereotipo de hijo único, porque mi mamá cuando se dio cuenta que no podría tener más hijos, dijo que me iba a criar como no hijo único», advierte.

¿Es decir?
-Tuve una crianza y una formación súper espartana en términos de responsabilidades y autonomía, o sea el hijo pollerudo no existe. Tenía responsabilidades y llaves de la casa desde muy chico y eso de alguno modo me hizo madurar. Me vi que a los 12 años yo hacía cosas que mis compañeros no hacían, y ese contexto, te implica madurar. A eso se sumó la relación con mis abuelos maternos, que fueron súper importantes para mí. Mi abuela me iba a buscar al colegio desde chico y como vivíamos en San Miguel y el colegio estaba en el centro, ¡era un tremendo pique! Yo pasaba gran parte del día con ellos, y después mi mamá me iba a buscar. Mis abuelos jugaron un rol de padre-madre muy fuerte.

¿Y eso se traducía en los intereses también?
-Mi abuelo fue un hombre al que siempre le gustó leer y compartimos muchas cosas de intereses y gustos, desde que veíamos “Bonanza” juntos hasta ir al centro a comprar libros.

Tu abuelo te permitió ver que tener libros era algo natural
-Claro, yo me metía a ver sus libros, pero sobre todo me daban en el gusto. Si bien en esa época la oferta era mínima en libros de ciencia ficción, él me compraba los que encontrábamos. Hoy encuentras una sección completa de esos libros en las librerías, pero en esa época no. Uno encontraba a Bradbury, Asimov; libros de fantasía casi no había ni otros subgéneros tampoco. Lo otro que me gustaba eran aventuras tipo Salgari, Julio Verne.

¿En esa época te gustaba también otro tipo de literatura, como las novelas del boom latinoamericano, Cortázar, García Márquez?
-En el colegio conocí a García Márquez, Vargas Llosa, los escritores rusos, pero lo que me llamaba más la atención era un (Francisco) Coloane, en algún momento descubrí también a Hugo Correa (1926-2008), un chileno que escribía ciencia ficción y que recién ahora está siendo revisitado. En el colegio nos hacían leer mucha literatura española ¡y eran muy fomes!

Es que nos tocó duro a nosotros, el Mio Cid…
-¡Yo me leí el Cid en castellano antiguo!, (risas) después uno descubre en la universidad que hubo gente que había leído a Tolkien en el colegio o a Salinger, a quienes conocí de grande.

Por Fuguet y Mala onda…
-Sí, en una entrevista que leí de Fuguet, me llamó la atención, lo busqué, lo leí y ahí me empecé a poner al día. La oferta universal siempre existió, pero a Chile no llegaban muchas ofertas, además (era una época en que) no existía internet, entonces lo de afuera era escaso y cuando llegaban eran libros caros además.

¿En esos años escolares surge también tu inquietud por escribir? Muchos escritores partieron escribiendo poesía, y relataban emociones más que historias, ¿qué te pasó a ti?
-Yo valoro mucho la poesía, pero no tengo talento para la poesía, no me sale, no me nace. Entiendo su importancia y su valor, pero lo que yo hice fue algo que hoy tiene nombre, pero en los años 80 no, hoy se llama Fanfic (fanfiction), es decir, inventar una historia de algo que ya existe, yo veía por ejemplo “Viaje a las estrellas”, y decía que entretenido debe ser tomar esos personajes y armar una historia propia, y en la actualidad está lleno de fanfic. A alguien le gusta el “Doctor House” o “Los archivos secretos X” y escribe una historia con el mismo personaje y el mismo universo, pero la historia la escribe él. Son textos que escriben por gusto. Y bueno yo empecé con «Viaje a las estrellas», pero después empecé a armar cuentos propios.

-Empecé a usar los veranos, y como lo típico es que te sobraban hojas de los cuadernos del colegio, yo los daba vuelta y empezaba a escribir cuentos a mano. Después llegó una máquina de escribir a mi casa y yo me apropié de ella.

¿A partir de que estudiante periodismo?
-No, mucho antes, como a los 14 años, entonces compraba hojas y escribía y escribía.

Ese impulso te hizo pensar en que querías ser escritor o era tu juego de verano
-En ese entonces es como lo segundo, era lo que me entretenía.Hasta hoy tengo esos cuadernos y esos papeles escritos, y uno de mis proyectos futuros es agarrar todos esos cuentos y publicarlos, no la transcripción literal, pero hay ideas que las puedo trabajar y que se pueden leer hoy en día. Sé que lo voy a hacer, el tema es cómo, porque tengo mucho cuento escrito, no sólo de esa época sino también de adulto, pero he descubierto que las editoriales no están creyendo mucho en las antologías de cuentos.

A menos que se muera el escritor
-(risas), tal vez lo publique por mi cuenta, pero me gustaría verlo en físico.

Y después cuando estudias periodismo no te fuiste por la línea cultural, sino que te especializaste en el periodismo internacional…
-El periodismo fue la carrera que elegí, porque era lo más coherente conmigo, cuando entré a periodismo habían cosas que yo no tenía muy claras de lo que significaba ser periodista, y muchas veces me lo he preguntado, si yo hubiera estudiado otra carrera, no lo tengo muy claro.

¿Y estudiar literatura?
-No, ya bastante fue haber dicho en mi familia que iba a estudiar periodismo, si hubiera dicho literatura hubiera sido un caos aún mayor…, periodismo ¡¿qué es eso?! Hubo un gesto de generosidad infinita de mis papás que me permitieron estudiar periodismo (risas). Y en ese sentido el periodismo ha sido complementario. Mi escuela literaria tiene mucho que ver con el periodismo, lo que en algún momento se llamó el nuevo periodismo, que ya no es nuevo, todas esas crónicas de Rolling Stone, no sé, el ejercicio de la síntesis y el ahorro, en el buen sentido, al momento de escribir…Los que me leen dicen que algo que caracteriza mi trabajo literario es que tiene un ritmo cinematográfico, ágil, las descripciones son precisas.

Es lo que te decían en la Escuela de periodismo, si vas a escribir un reportaje debe ser cautivador desde la primera a la última línea, es una lógica de oficio.
-¡Claro! Y en ese sentido soy tributario en términos de escritor a lo que yo he sido como periodista, el escritor Alberto Rojas le debe mucho al periodista, las cosas buenas que escribe, las malas, la experiencia, escribir de cosas que uno ni se imagina, escribir de un vaso ¿y qué escribo?, ¿cómo escribo? Y hacerlo.

¿Cómo surge tu primera novela?
-Ésta es la historia oficial…

¡Ah, no! Ésa no me interesa…
-(risas) no, si la historia es más o menos la misma. Era 1994, había salido de la Escuela, estaba en proceso de buscar trabajo y estaba en camino de cumplir un año de pololeo con la Paola (su actual mujer, quien también es periodista y juntos son padres de dos hijas), y tuve una idea un poco delirante: al año de aniversario le iba a regalar un libro, pero que hubiera escrito yo. A la Paola le gustaba mucho C.S. Lewis, «Las crónicas de Narnia» y esas cosas, entonces dije: voy a escribir una historia de fantasía y me puse a escribir, escribir, escribir.

¿Y qué paso?
-Llegó noviembre y yo le paso mi novela anillada, con una mica y le digo: éste es mi regalo. Ella quedó desconcertada, pero ese libro era “La lanza rota”…

¿En serio?
-Al año siguiente la Paola me dice: en el diario apareció este aviso de editorial universitaria y están convocando al premio Marcela Paz de literatura infantil juvenil, y yo creo que la novela que me regalaste calza con esto. Por supuesto yo le dije que no, un millón de veces..

¿Te dio susto?
-¡Me daba todo! Susto, pánico, vergüenza. Y me dijo si tú no la mandas, la voy a mandar yo, que es algo que la caracteriza hasta el día de hoy y por eso la amo tanto. Y yapo, hicimos lo que había que hacer, cinco copias, seudónimo y sellado con lacre, que fue lo que más me encantó, y lo mandé sin ninguna expectativa. Y un día llego a la casa de mis viejos, yo todavía no me independizaba, y escucho un mensaje en la contestadora, de la editorial y me decían que ¡había ganado!

Maravilloso…
-Lo primero que hice fue llamar a la Paola. Y cuando la novela se publica se vuelve una excentricidad, no había un libro de literatura fantástica escrita por un chileno.

En los 90 era más excepcional
-De partida en las librerías lo ponían en infantil, no existía lo juvenil, después en autores chilenos, era raro. El libro se difunde, se vendió, se agotó. Hubo críticas de todo, pero lo más impactante fue que me empezaron a llamar de colegios que tomaron el libro y lo incorporaron a sus planes de lectura, y de repente me vi conversando en colegios con unos cabros de 10 ó 12 años…

Leí que tu literatura siendo considerada fantástica cuenta con personajes bien desarrollados también, es algo que te propusiste?
-Como escritor me importa que mis personajes sean creíbles, no es fácil para ningún escritor hacerlo, pero claro, mi primer libro está ambientado en mi tierra media que le puse Kalomaar, que es un mundo muy tributario de la fantasía que se fue construyendo dentro mío, porque mi cerebro es una juguera donde entran todas las novelas de Salgari, Verne, las películas que he visto, los cómics que he leído, los lugares que he tenido el privilegio de visitar, y todo eso de algún modo se arma y se une. Lo fantástico es que es una novela de aventuras con piratas, y yo recuerdo haber visto con mi abuelo películas de piratas de los años 50.

¿Y por qué es considerada literatura fantástica lo que escribes?
-Porque básicamente está ambientando en un mundo que no existe, no es un mundo real, no es un mundo del pasado, es un mundo donde mis protagonistas que son piratas, que enfrentan desafíos, no tienen súper poderes, no son superhéroes, entonces para ir de un lado a otro tienen que navegar, enfrentar tormentas. Hay toda una cosa que tiene que ver con sus motivaciones también, no son la madre Teresa (de Calcuta), pero tampoco son tan malos, tienen sus lógicas.

Los valores que pusiste en la novela pasan por la lealtad, la solidaridad?
-Yo no escribo pensando en pontificar o predicar, no tiene como objetivo entregar un mensaje valórico, porque no es para predicar, sino que escribo porque me gusta, porque me entretiene, y con los años he descubierto que les gusta a los otros.

Te lo pregunto, porque si tu primera novela se vincula con los jóvenes, muchos escritores dirigidos a ese público aprovechan de transmitir valores o enseñanzas
-Mira, te diría que mis personajes van por el lado de que sean personas normales que se ven enfrentados a situaciones extraordinarias y que los obliga a superarlas o no; tiene que ver también con la amistad, la lealtad, el trabajo en grupo. Por ejemplo, en la nueva trilogía que estoy escribiendo (el segundo tomo aparece el 8 de noviembre) incorporo un protagonista que tiene un problema en una mano, tiene una discapacidad, y en ese sentido me parece súper importante que haya personajes que no sean perfectos, pero que estén lleno de virtudes, entonces, si bien yo no escribo pensando en lo valórico, finalmente sale. Me importa también rescatar el tema del respeto, de la amistad, y lo otro que está siempre en mis libros es rescatar el valor de la gente mayor y el valor que tienen dentro de ese mundo. Me parece que así como hay hombres y mujeres, también haya jóvenes y gente mayor o un personaje con una discapacidad, trato de que eso no se me escape.

Qué pasa Alberto cuando ves que tu propuesta literaria funciona, ¿ahí decides seguir con tu otro libro en esta misma línea?
-Después que se publicó en 1995 el primer libro yo me puse a trabajar y a trabajar, saqué un magister y me convertí en papá. Dejé de escribir. Yo tampoco pensé cuando saqué “La lanza rota” que ahí comenzaba mi carrera de escritor. Y casi 10 años después me llama la nueva editora de editorial Universitaria y me dice que estaban relazando la editorial y que se había encontrado con mi libro en el catálogo y que me quería proponer relanzar la novela. Cosa que me pilló absolutamente de sorpresa.

Y esa novela había nacido con cero expectativa…
-Al final fue relanzada en el 2007, pero había otro elemento también, cuando se publica Harry Potter por primera vez en castellano eso fue en 1998, y el gran impacto que tuvo fue el de sacar el libro de la categoría infantil y ponerlo en una categoría de toda edad, entonces veías en el metro, hombres y mujeres de todas las edades leyendo Harry Potter. Entonces lo que hizo ese libro, al margen de su mérito literario, fue abrir una puerta y como le fue tan bien, todas las editoriales querían su propio Harry Potter, y por eso hoy puedes ver en cualquier librería un mesón completo de fantasía, ciencia ficción ¡y sagas!

Y la saga que se vinculaba con lo cinematográfico
-¡Claro! Y sobre todo, porque la saga en lo estrictamente literario es algo que transcurre en varios libros con los mismos personajes, pero a través del tiempo, desde su juventud a su vejez por ejemplo, pero acá las sagas tienen otra mecánica, entonces cuando la editora de universitaria me propone esta reedición de «La Lanza rota», yo le dije que esto debe tener un lifting y lo revisé, arreglé unos capítulos y le cambié el final.

¡Que avezado!
-¡Síi!, pero sentí que funcionó mejor, pero además eso me dio pie para decir aventurémonos con un segundo libro, y el segundo libro fue “La hermandad del viento” que lo saqué el 2009, y luego gano el premio Marta Brunet del Consejo del libro y la lectura como mejor novela juvenil del año anterior, lo cual fue ¡un batatazo!, me vi en la feria del libro recibiendo este premio, ¡increíble! Entonces empezamos a pensar en una tercera parte, pero la editorial entró en crisis.

Pucha…
-Pero entremedio pensé que ya llevaba dos libros en la línea de la fantasía y quería escribir algo distinto, y ahí nace mi libro “adulto”, que es la novela del Teniente Bello y que se llamó “La sombra del fuego”, un libro de 500 páginas.

UN JOVEN PERDIDO EN EL CIELO DE CARTAGENA

Y ese lo publicaste con otra editorial…
-La presenté a varias editoriales y a ediciones B le interesó. Es una novela de ficción, pero lo que ahí hay es una ucronía, una alteración de la realidad en términos históricos.

Pero entiendo que acá además no juegas exactamente con la alternación temporal de ubicar al personaje en otro tiempo sino juegas con esa fantasía que tiene uno de decir ¿y qué hubiera pasado si el camino hubiera sido otro? Porque acá el Teniente Bello no solo no muere, sino que se va a otra época.
-Exactamente. A mí me gusta mucho el tema de qué hubiera pasado si…, yo quería escribir una historia con ese elemento, pero también que tuviera como protagonista al Teniente Bello.

¿Te gustaba de antes?
-Una de las novelas entretenidas que leí en el colegio fue «Pachapulai», que cuenta que el Teniente Bello termina en un valle en norte de Chile, en un pueblo perdido, aislado, donde la gente a pesar de que era de comienzos del siglo XX vivía como en la época de la colonia, ¡me fascinó esa novela! Y me quedó esa figura del Teniente Bello y descubrí también que hay poco escrito sobre él, alguien que es parte de la aviación chilena. Descubrí que en 1914, antes de la primera guerra mundial Alejandro Bello ya había ido a Europa a perfeccionarse en estas máquinas llamadas biplanos, fue a Francia, donde además tenías a Sánchez Besa que fabricaba biplanos allá, y era también un chileno. El asunto es que él vuelve a Chile y lo que había era una aviación del ejército, no existía la Fuerza Área, y para calificarse Bello tenía que hacer un examen, que era hacer un vuelo con dos aviadores más, era un circuito hasta Cartagena y después volver a Santiago. Y lo que se sabe es que él entra a una nube y se pierde.

¿Nadie lo vio caer?
-No, nadie lo vio caer, y se inicia una búsqueda que no arrojó resultados. Para mí es tremendamente épico que un piloto se pierda…, y bueno, el tercer elemento de mi novela es que quería hacer una novela steam punk que es un subgénero, que surge en la década de los 80, es decir autores que son los primeros en pensar la idea de que exista una red de computadores conectados antes de que existiera internet; es un universo que debe estar radicado en la primera mitad del siglo XiX o si no, no funciona, porque la base de estas historias es el uso de tecnologías victorianas llevada a un extremo, y yo eso lo encontraba muy entretenido. Y bueno, cruce estos tres elementos y armé la historia en dos años.

¿Cuál es la historia de este libro?
-El Teniente Bello cruza por un portal de una dimensión a otra, y llega a Chile, segunda mitad del siglo XIX. Chile está perdiendo la guerra del Pacífico, y es un mundo donde tienes grandes tanques acorazados que en esa época no existían, el tema naval súper desarrollado, pero no había nada que volara. Entonces cuando llega a esa época es tomado prisionero, no entienden de dónde viene, y ahí se da cuenta que está en otra época, pero su máquina voladora se transforma en el arma secreta para poder vencer a peruanos y bolivianos, ¡era la guerra del Pacífico!

Y ahí te metiste en la historia de Chile
-¡Claro! Fui recogiendo varios elementos de esa época, cambié algunas cosas por ejemplo, que el padre de la Patria no es O`higgins, sino que es Carrera, o el mundo europeo es distinto; también metí el tema romántico, con una supuesta ahijada de Aníbal Pinto, que era muy progre para la época. Nació el libro y se convirtió en una especie de novela de culto, porque no fue masivo, pero corrió el boca a boca, y hasta el día de hoy salen reseñas del libro. Hoy está en Amazon y hay algunas copias físicas.

Ahora lanzas otro libro…
-Es la segunda parte de «El Medallón del sol negro». Es que después de «La sombra del fuego», tuve varias novelas que empecé a escribir, y conversando con la editorial decidi retomar lo juvenil, y volví a mi universo fantástico de Kalomaar, pero con una trilogía diferente. Lo que hice fue rescatar de «La hermandad del viento» un personaje secundario que era una mujer pirata que tenía su propio barco, y a ella la convertí en protagonista de esta nueva trilogía. El año pasado publique el primer libro y ahora en noviembre presento “La venganza de la reina” y el próximo año publico la tercera.

Y ahora que tu literatura se ha desarrollado, has ido decantando, ¿consideras que tu público es el juvenil?
-Sí, hay un público juvenil y hay un público juvenil que extrañamente me sigue.

¿Pero por qué es extraño?
-Es que es extraño, pero me encanta, porque no hay nada mejor que tengas una retroalimentación de quienes leen tus libros, porque por ejemplo, uno escribe algo y de repente hay cosas que le llaman más la atención al lector y tú no lo habías visto, y eso es interesante.

¿Tu rutina entonces empieza a cambiar?
-Exactamente, cuando escribí «La lanza…» y después «La hermandad…», yo todavía sentía que era un periodista que tenía un hobby, pero después del Teniente Bello cambió. Todavía me da pudor decirlo, pero ahí me sentí escritor, y ahí tomé conciencia de la necesidad de profesionalizar mi trabajo como escritor, y eso significa que ahora busco un tiempo para escribir, y no es cuando tenga un tiempo libre.

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