Por Boris Gálvez Llantén
Director del Instituto Prana Kine
El término chamán proviene desde el TUNGUS SHAMAN siberiano (SHAH-MAN), que significa «hombre de poder», «el que sabe y ve», «hombre sabio», y está enfocado en las culturas indígenas asiáticas. El termino lingüístico se extrapola a lo cultural, desde Harner y Eliade desde la década de los 50 y 60, como: doctor, mago, hombre medicina, sacerdote, hombre mágico, etc. No obstante, el principal indicador que diferencia al chamán con estos apellidos es el que el chamán tiene el conocimiento y sabiduría de modular y controlar el “estado extático” o “estado amplificado de consciencia”, realizando su arte llamado: chamanismo.
En un inicio, los chamanes (hombres o mujeres) fueron calificados como epilépticos, psicóticos e histéricos por el “hombre moderno”, ya que sus herramientas para generar y viajar por los estados amplificados de consciencia hacían ver a simple luz a una persona con trastornos psicológicos. No obstante, en los años 50´ este pensamiento cambia y se considera al chamán como un psicoterapeuta ancestral, creador del orden dentro del caos. Más adelante, en los años 80´, se hará una mezcla de conceptos contemporáneos y se le atribuirá occidentalmente al chamán como un psicólogo, filosofo, astrólogo, cura y médico, reconociendo su saber ancestral.
El chamán es aquel que facilita un viaje hacia lo desconocido o misterioso a través del “trance”. Esto hace que viaje hacia el llamado «mundo espiritual» (cielo e infierno, según la bibliografía) con la finalidad de traer información para la comunidad o una persona enferma. De esta manera, el chamán guía a la persona hacia el reencuentro y recuerdo de ella misma, va en búsqueda de su alma “extraviada”.
Sus técnicas son variadas; desde el uso de plantas enteógenas (plantas de encuentro con lo sagrado y divino), danzas chamánicas, cantos ceremoniales, sonidos monótonos (tambor y sonaja), etc. La idea es dejar el cuerpo físico y entrar en un estado “distinto de consciencia” para emprender el vuelo chamánico. Este eventogenera que la consciencia del chamán «entre» en las dimensiones espirituales, las cuales conoce y controla buscando respuesta, limpiando energías negativas, abriendo caminos mentales, sanando y curando.
Mientras más entre en conexión con el mundo espiritual, el chamán, más podrá acceder y guiar a los caminos y pasadizos internos del alma del consultante. Todo esto lo hace gracias a la experiencia que ha tenido por varios años de formación y disciplina con el mundo de los espíritus.
Para esto el hombre-mujer medicina debe ser experimentado en sus técnicas ancestrales y también haber sido guiado por un “maestro chamán”, el cual lo/a hará encontrarse con los dioses y/o espíritus aliados (plantas o animales) que lo guiarán y protegerán por el resto de su vida. De esta manera el chamán reconoce sus propósitos y compromisos hacia la vida y el Cosmos, encontrándose y ayudando a recordar la fuente de donde nuestros orígenes…
Mi primer contacto, real, con el chamanismo fue hace 5 años en Santiago de Chile. Hacía algún tiempo que venía en una búsqueda eterna del espíritu y la fuente divina, hasta que llegué a esa humilde casa con la presencia de dos grandes abuelos shipibos konibos (Justina y César). Desde el sentir visceral y sináptico de dicha experiencia, algo decía en mí que debía viajar a la Selva para reconectar con esa medicina tan sagrada que había experimentado (ayahuasca).
Es así como comenzó mi apertura hacia el mundo espiritual y chamánico, una gran bendición que cada día hace más seguros y elocuentes mis pasos en la tierra.