Por Álvaro Santi
Tarólogo y Escritor /@mundopsiquico
«La forma más alta de inteligencia humana es la habilidad de observar sin evaluar»
Krishnamurti, filósofo indio
La sobrevaloración de lo racional ha dejado casi en el olvido otras formas de vincularnos con nuestro entorno. Hemos olvidado que somos fundamentalmente seres emocionales. Nos hemos acostumbrado a analizar todo, a nombrar, a definir, a etiquetar, sin considerar que en lo profundo de cada uno de nosotros se encuentra un espacio más allá de la mente; un espacio cóncavo, silencioso, desde el cual puede surgir una dimensión más amplia para vincularse con el mundo de afuera.
Aprender a comunicarnos con nuestro silencio interior implica superar las barreras que constantemente genera nuestra mente, un hábito que va de la mano con dejar a un lado, al menos menos por un instante, los conceptos que a partir de las experiencias que hemos vivido nuestra mente ha establecido como ciertas creando mitos, creencias y peor aún, dogmas.
Recuerda tu experiencia, ¿no te ha pasado que de pronto dejas de darle vuelta a un tema que te preocupa y en el momento menos esperado llega una respuesta a tí? No es azaroso que haya ocurrido.
Dejemos, aquí, ahora y al menos por un instante de identificarnos con nuestro pensamiento y experimentemos ese conocimiento interior profundo que amplía nuestra conciencia. Contemplemos la vida cómo se va desarrollando antes de pensarla tanto. Así también podremos experimentar las cosas de otra forma, abandonar ideas caducas, reinterpretar, encontrar nuevas soluciones, crear nuevas realidades.
Pero no olvidemos que la mente, cuya tendencia es evitar la vacuidad, (carencia de existencia inherente), no es la vida y no somos nosotros. Evitar identificarnos con nuestros pensamientos es esencial para entrar en la vida y sentirla.
Regresa a este sagrado instante, respira, siente tu respiración, es el flujo de la vida expresándose a través tuyo, hay algo superior que ocurre aquí y ahora, atrévete a vivirlo sin clasificarlo, sin pensarlo, «no está bien, no está mal»… solo es. ¡Acéptalo!
(Foto de portada: Julio Cortazar y su gata Flanelle. Imagen tomada por A. Girard en 1980 (colección CGAI))