Por Valeria Solís T.
Directora Mirada Maga Ediciones
¿Qué miras cuando miras el universo flamenco? Te hipnotizas con las manos, los pies golpeteando hasta el cansancio el piso y el cuerpo contorsionándose por la rítmica, por el cante, dando forma así a un mundo coreográfico que no deja indiferente. Esa rítmica, esa historia que había detrás de esta tradición gitana y multicultural fue la que sedujo a la bailarina chilena Natalia García Huidobro desde que era una niña. Le costaba, le decían que le costaba bailar, pero no flaqueó y por más de diez años entregó horas y horas y horas a su formación; el corazón le palpitaban como hasta ahora, cuando le brillan los ojos al explicar lo importante que es para ella el flamenco, siendo chilena y viniendo de una cuna teatral.
Es una nómade. Y si bien vive hace 15 años en España, viaja constantemente a Inglaterra o a dónde surjan proyectos interesantes como ahora que tras la temporada de la danza coreográfica «El arrebato» en el GAM (coordenadas al final de la nota) se irá a Nueva Zelanda a formar parte de un proyecto artístico donde fue invitada. Madre de una hija de 17 años, también bailarina, Natalia reconoce sentir el vértigo de este camino de viajes, pero es tan connatural a ella, que ahora ya no lo cuestiona, sólo lo acepta.
Hija del actor Cristián García Huidobro y de la maestra de sicomagia (de profesión diseñadora teatral) Gabriela Rodríguez, la artista se fue de Chile saliendo del colegio. Su primer destino sería México donde estudiaría Teatro, y donde apostaría por completo a su formación flamenca con una bailaora trascendental, Mercedes Amaya, Winy, sobrina del ícono español Carmen Amaya ( bailarina de familia gitana que vivió en Barcelona.1913-1963)
Tu tienes una vinculación con el mundo artístico por tus padres, pero ¿te interesó la actuación o desde el comienzo te llamó el mundo de la danza?
– Me crié en el Ictus, mis padres trabajaban ahí cuando yo nací, tengo vagos recuerdos, pero importantes recuerdos. Ahí hay una chispa, creo, de lo que fueron los camarines, el teatro mismo.
¿Estamos hablando de fines de los 70?
– Claro y principio de los `80, una época muy dura (dictadura militar en Chile) además, hacer teatro era una resistencia y el Ictus ¡era muy emblemático! Me acuerdo de la Delfina Guzmán, de Nissim (Sharim), Aldo Parodi, mi papá actuando, y yo tenía muy pocos años cuando ese universo era muy común para mí. Luego trabajé en teleseries, creo que hice como dos a los 9 años, pero no fueron experiencias que precisamente me hayan gustado.
Otro ritmo y otra lógica distinta al teatro…
-Claro, y yo era una niña y era muy sobreexigido en ese momento. La verdad es que no le tengo mucho cariño ni empatía a la televisión. Pero luego me fui a México a estudiar teatro, yo ya bailaba, porque mi papá tenía una mujer que era bailarina y ella fue mi profe y mi vinculación con la danza. Me enamoré mucho de la danza desde un primer momento, pero tenía muy pocas condiciones para ser bailarina como de ballet, por ejemplo.
¿En qué tipo de danza te pudiste preparar en esos años?, no era común la contemporánea como ahora
-No, en ese momento… imagínate, ser bailarina es difícil ahora, en ese momento era ¡nada! Yo hice ballet clásico, contemporáneo y un poco de flamenco, pero se trabajaba con música envasada, ¡es que era otra época!
Pero si pudiste experimentar distintos tipos de danza, qué te hacía sentir que tú no funcionabas?
-Los profesores…me costaba, no era una persona con condiciones, eso se nota, uno lo sabe, yo no tenía un cuerpo muy dotado para la danza. Yo tengo una hija que es bailarina y la veo con unas facultades naturales. Una que ya es profesora sabe si esta persona puede naturalmente bailar o le va a costar un mundo.
Sales del colegio y te vas a México
-Claro, me fui a México a estudiar teatro. Aquí ya había visto lo que hacía Andrés Pérez, Mauricio Celedón con Teatro del Silencio. En esos años el teatro en Chile era un teatro de vanguardia, ¡muy interesante!, hablo de 1993. Era una vanguardia que además de ser política, tenía un discurso dramatúrgico muy interesante, Radrigán ya estaba, era muy potente, potente, pero me fui a México y allá el teatro era demasiado antiguo…,no tenía nada que ver con lo que había visto e Chile.
¿Por qué te fuiste para allá entonces?
-Me fui con un novio mexicano, pero allá entré a la escuela de danza y conocí a la sobrina de Carmen Amaya, Mercedes Amaya, la winy, y ahí me enamore del flamenco. Me enamoré como un rayo que me partió y dije aquí voy a estudiar y así hice la carrera de danza en ciudad de México en el Centro nacional de la danza y en las tardes estudiaba con esta mujer. Ella tenía una academia de barrio, era en su misma casa y estaba esta familia ahí, porque la familia de Carmen Amaya se quedó en Perú, México, Estados Unidos, familia gitana. Ella fue mi primera maestra, fue muy importante.
Ahora mirando con perspectiva, ¿qué fue lo que te hizo ese click, qué tiene este lenguaje flamenco?
-Por la vinculación con la música, que me gusta mucho, lo rítmico, y me gusta mucho el baile flamenco, me gusta el cante, la guitarra, lo disfruto, se quedó para siempre dentro de mí, fue un amor.
¿Puede ser que en el flamenco haya una teatralidad que no se ve en otro tipo de danza?
-No, la verdad es que no lo llamaría teatralidad, porque creo que el flamenco está muy lejos de la representación, no es algo que represente algo, sino que es una cultura en sí misma. Para la gente que nace en esto o las familias flamencas implica una forma de vida. Creo que está lejos de ser una forma teatral. Lo veo más ligado a las tradiciones, es más de familia, de lo que sería una danza tradicional en Latinoamérica o hindú por ejemplo, donde la música y la danza no son dos cosas aparte.
¿Cuáles son los elementos claves que vuelven al flamenco una danza de tradición?
-Está muy basado en el cante. El baile está basado en la conexión con el cante, ahí está el origen, sin duda. Aparece el cante, el baile, luego viene la guitarra que lo estiliza, lo saca de la rústica.
La forma del cantar es como dramático, de la pena, ¿de dónde viene eso? Pienso en el tango por ejemplo, uno sabe que es de puerto, es de inmigrante, de pobreza, de sobrevivencia de alguna forma?
-También acá. Por una parte el flamenco es un arte que ha tomado muchas músicas, ha recogido cosas de los lamentos judíos, de los hindúes y rítmicas africanas. Se gesta en Andalucía y específicamente en Cádiz que es puerto también, donde se juntaba la venta, la inmigración. Eso hace que el flamenco sea muy rico musicalmente, rítmicamente, porque concentra varias culturas y los gitanos fueron quienes, sin duda, cuajaron este lenguaje y lo volvieron una forma de vida.
¿Qué es lo que tú necesitas mostrar?
-Creo que es la parte rítmica, musical, ese vínculo tan cercano a la música. En la casa de mi madre siempre se escuchó música, hay mucha cultura musical, y sin duda eso me marcó desde pequeña. El flamenco tiene eso, está arraigado a una música y es muy concreto, hay una rítmica que uno tiene que estudiar durante muchísimos años, que es muy difícil. Eso sí tiene el flamenco, es muy demandante, y a nivel musical es complejo.
¿Cuántos años de preparación tienes?
-De formación, como para decir «entiendo esto» me demoré diez años, son muchas horas de clases, de estudio personal, rítmica, todo, mucho trabajo.
¿Todo el aprendizaje fue en México?
-No, después me fui a España, volví a Chile, y me fui a España de nuevo por dos años, volví a Chile. Pero el 2003 me fui y ahora vivo allá, en Madrid. Esto implicó familia también, tengo mi hija y bueno, empezaron las separaciones, encuentros, desencuentros. Cuando me fui a España mi objetivo fue estudiar flamenco, ¡tenía que estar ahí!
¿Qué implicó el aprendizaje en España?
-Todo, todo. Sucede que en España está la profesión, existen los tablaos, la gente vive de eso, están los cantaores. Además existen distintas corrientes, hay muchas en este momento. El flamenco al ser un arte tan rico y tan joven, al mismo tiempo, ha evolucionado de una manera muy rápida. Entonces una ve que cada vez hay más gente que baila mejor o que tienen mejores propuestas, o quienes hacen flamenco tradicional es cada vez ¡más profundo! Cuando yo llegué en 1998, la primera vez, había mucho menos noción de lo que era un espectáculo, o un escenario, o comprender la diferencia entre un tablao y un escenario. Hoy tenemos artistas como Israel Galván, Rocío Molina, que son la vanguardia no sólo del flamenco, sino de las artes escénicas.
¿Cuándo y qué es lo que te llevó a dirigir obras?
-Yo formé la compañía «Palo Santo» que hoy se llama “la Típica” en el año 2000, con algunas personas que hoy están de vuelta. Como se da la profesión en Chile, vamos, venimos, y cada uno tiene sus proyectos también. La verdad es que la escena es algo que siempre me ha interesado, siempre ha estado dentro de mis inquietudes. Recuerdo cuando estaba en la escuela de danza siempre me interesaba ver cómo funciona el espacio, el tiempo, siempre ha sido algo que a mi ojo le ha llamado la atención. Si bien no tuve la posibilidad de formarme como coreógrafa pronto, siempre estuvo esa curiosidad en mí.
¿Cómo fuiste gestando una primera obra, tengo un texto para llevarlo a cante, un tema, una música?, ¿cómo funciona?
-No tenía ningún tema, sólo tenía los ritmos flamencos. La primera obra se llamaba «A ras de tierra» y era puramente musical ni siquiera tenia cante. Después nos pegamos el salto e hicimos una obra que se llamaba “Memorias del viento” y ahí trabajamos con visuales, dirección, cante, baile, fue el 2002. En ese momento yo estaba en Chile y fue bien importante porque toda esa inquietud se pudo materializar en algo y pude decir: ¡esto es lo que quiero hacer, es lo que más me interesa! Me di cuenta que como ser humano lo que me hace muy feliz es bailar, pero me encanta entender cómo funciona, cómo construyo un espacio, cómo genero tensión, mi dramaturgia, que es lo que me gusta lo de la dirección.
Hace unos años vi la obra con textos de Mistral, y me llamó la atención las imágenes en audiovisual, ¿es una herramienta que es parte de tu estilo?
-Esta bastante instalado en nuestro trabajo. Hace un tiempo trabajo con Cristián Reyes, un diseñador notable y son propuestas que trae él sobre cómo llevar a cabo una idea.
¿Cómo combinas la dirección viviendo en España?
-Normalmente me demoro como dos años en hacer un proyecto. Estoy la mitad del año en España desde que en 2012 hice en el GAM la obra “Acuérdate de mí, Lola”, que fue un proyecto grande y muy ambicioso y que levantamos a pulso….eso fue muy duro… ese reencuentro con Chile, porque llevaba muchos años fuera, casi diez años sin trabajar acá, pero tuvimos harto apoyo del Gam, y no tuvimos fondos, fue levantar un elefante blanco y se ha vuelto un modo operandis, ¡las cosas hay que hacerlas! Tienes dos alternativas o te sientas a esperar a que llegue el milagro (alguien que financie) o lo haces. En “Arrebato” ha sido un proceso bastante más largo, nos ganamos en 2017 fondos y estrenamos ahora en abril de 2019.
¿Cómo es tu vida en España?
-Bailo en los tablaos en Madrid. El tablao es un lugar donde se hace flamenco tradicional. Originalmente eran los café cantante, es decir, un pub, café restoran donde la gente iba y había un espectáculo de flamenco, te hablo de los años 20, y luego se convierte en tablaos. Hay por toda España, en Madrid está lleno, en Andalucía, ahí se trabaja todos los días, se presenta un flamenco de una manera espontánea, eso significa que no hay un ensayo de un elenco. Básicamente hay que tener mucho dominio del lenguaje y subirse con las herramientas que uno tiene. La obra «La extranjera» (Mistral) la estrené en España y a veces salgo. Trabajo mucho en Inglaterra. Allá doy bastantes clases, en Londres, en el norte, y también hago mis espectáculos. La compañía cuando pasa a llamarse La típica estrenó en Inglaterra, el guitarrista de Palo Santo se había ido a Inglaterra cuando yo me fui a España. Nos reencontramos y armamos esto y ahí se originó el lenguaje que ahora siento sigo profundizando, que era abrir el flamenco, porque estuve muchos años dedicada al flamenco tradicional. Había estudiado mucho, pero había que seguir estudiando mucho más. Y en la compañía fui incorporando otros instrumentos, ideas, y donde puedo plasmar muchas cosas, porque soy muy inquieta también.
¿Hay cultura que recepcione el flamenco en Chile?
-Hay mucha cultura flamenca en Chile, por supuesto. Hay mucha gente bailando, y bailando muy bien. Creo que el flamenco está en un momento muy expandido, como una inflamación a lo largo de Chile. Hay un público grande, hay gente haciendo cosas muy interesantes, propuestas incluso rupturistas como Constanza Mardones, Kevin Wagner, Claudia Sanhueza. Hay una suerte de Festival que se llama “aullido” y que me parece increíble, con artistas que están pensando el flamenco desde otra parte. He visto cosas auténticas y también personas que hacen cosas tradicionales con muy buen nivel de flamenco.
¿Ya te quedas en España?
-Me he hecho nómade, paso mucho tiempo allá, este año pasé mucho tiempo acá, ahora me voy en mayo a otro proyecto a nueva Zelanda, entonces se abrirá una nueva puerta, no sé, es difícil visualizarme quieta en un lugar, sembré eso. Mi hija me ha acompañado en esta vida (17 años) tiene sus consecuencias, porque tengo una vida que es muy inestable en todos los sentidos, pero es un camino que he sembrado desde hace muchísimos años, de arrojarme donde está mi profesión. Responde a un espíritu que yo tengo, que reacciona a ese impulso.
Esta obra tiene que ver un poco con eso, tiene que ver con ese desarraigo del artista chileno, de estar buscando permanentemente, de estar buscando algo que está afuera. La obra es de inmigración, desarraigo, es como mi tema y que lo viste en lo de Gabriela Mistral que para mi gusto nadie lo ha escrito mejor (el desarraigo), fue algo increíble toparme con ese lado de ella. Yo la amo profundamente, lo más lindo de hacer esa obra fue conocer esa parte de ella.
¿Qué es lo complejo de este arte en Chile?
-Cuando uno se dedica a esto en Chile, es tan duro, tan duro. porque uno siente que siempre parte de cero, es tan desvalorizado el arte. Hemos avanzado en infraestructura, en fondos, pero acá siempre se parte de nuevo, siempre.
COORDENADAS EL ARREBATO
5 al 21 de abril
jueves a domingo, 20 horas
Gral. $6.000, estudiantes $3.000 y adultos mayores $4.000
Centro Gabriela Mistral, GAM: Alameda 227, metro UC. Santiago.
Reseña: Migración (territorio – traslado – tiempo) y desarraigo (emocional y territorial) son los ejes centrales del nuevo espectáculo de la compañía La Típica coproducido por Espacio Checoeslovaquia. «Físicamente el cuerpo y la mente se modifican al trasladarse de un espacio a otro, como también en el proceso de desapego respecto de otros; se alteran las emociones y varían las percepciones respecto del entorno y los demás. Se produce “equilibrio inestable”. La inseguridad de salir de un entorno seguro –por necesidad, obligación o simplemente por curiosidad y deseo de búsqueda– desequilibra y modifica la corporeidad».
Ficha artística
Dirección: Natalia García-Huidobro
Dirección de escena: Rodrigo Bazáes
Diseño integral: Cristián Reyes
Dirección coral y musical: Francisco Delgado y Cristopher Ayala
Composición: Cristopher Ayala y Francisco Delgado
Asistencia coreográfica: Clara Racz
Espacio sonoro y sonido: Gonzalo Rodríguez
Vestuario: Gabriela Santibáñez
Fotografías: Alejandro Ponce
Diseño web: Mauricio Mellado
Producción: Francisca Las Heras
Elenco. Baile: Natalia García-Huidobro, Francisco Delgado, Elizabeth Ocana
Cante: Natalia Aragú, Francisco Delgado, Tomás Aguilera
Guitarra acústica y bajo eléctrico: Alberto Farggi
Batería y percusión: Felipe Candia
La Típica es una compañía de flamenco contemporáneo que ha buscado abrir las estructuras del estilo en su representación musical y fotográfica, absorbiendo formas e ideas de otras disciplinas. Es un proyecto que se ha movido en diferentes países y ha colaborado e integrado artistas con distintas nacionalidades, disciplinas y experiencias, tales como José Vidal, Cristián Reyes dotando al proyecto de una diversidad de lenguajes que ha permitido alimentar nuevas formas dentro del flamenco. En 2007 estrenaron «Desde el silencio» en Londres, con esta obra giraron por toda Inglaterra, España y Chile. En 2012 se estableció en Chile con «Acuérdate de mí… Lola», que se montó en GAM y se presentó en diversos teatros del país. En 2013, «Cambiar de piel», obra creada en la residencia artística Monthelon-Francia, fue estrenada en The Place, Londres y luego tuvo larga temporada en GAM y el resto de Chile. «La extranjera», obra que hace referencia al desarraigo y dialoga con la poesía de Gabriela Mistral se estrenó en 2015 en Conde Duque, Madrid, en Bolivar Hall de Londres, GAM en Chile, junto a Teatro Municipal de Santiago, de Temuco, Talca y Chillán.