Por Valeria Solís T.
Directora Mirada Maga Ediciones. IG @MiradaMaga
*Esta entrevista se realizó en 2014
Llegó a mis manos el libro «Desde el alma a la sanación», el cual describe un trabajo terapéutico guiado por Beatriz Hirmas con una paciente durante dos años y medio. Un viaje donde el lector es testigo de un proceso de sanación de crudas experiencias de abuso vividas por Catalina, quien como paciente era incapaz de revelar en forma consciente. Frente a este desafío, Beatriz usó todos los recursos aprendidos en años de trayectoria, su intuición y una particular terapia de relajación como método terapéutico, sin pensar que conduciría a ambas, paciente y terapeuta, a otras dimensiones. Vidas pasadas, períodos entre vidas, conversaciones con maestros espirituales y regresiones a otros tiempos olvidados de su vida presente fueron brotando en la medida del desarrollo de sanación. Algo que me recordó a las experiencias relatadas por Brian Weiss en muchos de sus libros. Conversé con Beatriz Hirmas y experimenté la terapia de relajación: nada que agregar, todo está dicho a continuación:
«Estoy sentada en un cómodo asiento frente a Beatriz. Ella me indica que cierre los ojos y me conecte con mi respiración. Tras unos minutos me hace sentir una energía que me une con algo superior desde mi cabeza; esa energía pasaría por todo mi cuerpo hasta llegar a los pies. Desde los pies sentiría cómo unos hilos de luz atraviesan la tierra hasta sentirme enraizada. Así lo hice, y lo sentí.
Después, me indica que visualice un espacio ideal, donde me sintiera protegida. Visualicé una casa blanca, en altura, que estaba frente al mar. En ese espacio lleno de detalles que me inspiraban y me hacían sentir en plenitud, Beatriz me indicó que le pidiera al universo, dios o lo que yo sintiera superior a mí, que me indicara qué experiencia me estaba influyendo en mi actual vida y que me impidiera sentir esa plenitud.
De pronto siento que una visión se atraviesa en medio de la imagen de mi casa-espacio. Beatriz me pide que describa lo que veo y siento: Hay una mujer arrodillada, implorando, llorando en forma desconsolada y dramática. Estaba siendo encarcelada por “una tontera”, pero como era pobre y sin recursos humanos ni materiales, pasaría el resto de su vida ahí, sin que nadie la ayudara ni se percatara. La mujer, de pelo y color miel, tenía unos treinta años, su ropaje era humilde de faldas largas y anchas.
Beatriz me indica que la acompañe amorosamente y le de fuerza, que le prometa que esa sensación de injusticia no volverá a pasar nunca más en su vida, y que no está sola, que hay maestros que siempre la acompañarán.
Al principio intento sentarme a su lado, la mujer parece resignada a su suerte, me escucha sin mirarme y mira el techo de espacio gris de un metro por un metro. Luego le digo que intente conectarse consigo misma y con algo más espiritual, después de un rato ella me responde que lo hará, y que cada vez que sienta esa paz ella se pondrá a cantar. Está más tranquila, como si sintiera que lo que yo le digo tiene sentido.
Beatriz me pide que avancemos en el tiempo para saber qué pasó con esa mujer. La veo salir de la cárcel, pasó encerrada 5 ó 10 años (eran los números que me aparecían), la dejan libre a ella y otras personas, sin un juicio ni nada, sólo porque a los carceleros se les antojó.
Ahí me doy cuenta que es el 1800, no veo un año preciso. Ella trabajaba en una feria.
Beatriz me pide que le pregunte qué aprendizaje tuvo para ella esa experiencia. Le pregunto a la mujer, y ella me responde que aprendió a estar consigo misma, a descubrir su mundo interior. También aprendió que no podía confiar en cualquier persona, que tenía que ser más despierta.
Luego, Beatriz me indica que le pregunte si tiene un consejo que darme para mi vida actual. La mujer me dice que no exagere con mis estados de soledad, que yo sí se distinguir a la gente, que sí puedo confiar y lo que vivo hoy no es lo mismo que ella vivió; me intenta mostrar el entorno que la acompañaba, personas más bien básicas, brutas. También me dice que yo tengo muchas más herramientas para lograr lo que quiero.
Tras una indicación de Beatriz, nos despedimos, agradeciendo al Universo su ayuda. Sentí en forma concreta el fuerte abrazo que nos dimos (yo, en mi vida actual, con mi yo de otra vida), como si estuviera recordando un gran abrazo dado a alguien en vigilia. Era de mi porte, sentí su pelo y sus brazos.
Después, retorné a mi casa-espacio de plenitud y Beatriz me dijo que le preguntara al Universo o esa energía superior en la que yo creía, si había algún mensaje más para mí. Después de un silencio, sentí que me decían: ¡Sí puedes!».
¿Por qué surge la inquietud de escribir “Del alma a la sanación”?
– Porque fue una experiencia absolutamente distinta a todas las que había tenido, y pasaron cosas tan fuera de lo normal dentro de la experiencia de 18 años que llevaba como terapeuta hasta ese momento que de inmediato intuí que tenía que escribirlo, porque se salía de toda normalidad.
¿Como cuáles?
– Una de ellas es que mi paciente, que en el libro llamé Catalina, nunca pudo hablar a menos que fuera en estado de relajación, que fue algo que se me ocurrió empezar a usar cuando me di cuenta que no podía hacerla hablar. Sólo en dos oportunidades dentro de la terapia pudo hablarme fuera del estado de relajación, pues era tal su bloqueo que no podía contar en forma natural las experiencias que había pasado.
¿Y por qué pensaste en la relajación?
– Como no hablaba en esa primera sesión, le dije que la iba a relajar para tranquilizarla, pero en forma inmediata ella se acuerda de un sueño y me cuenta; era un sueño muy fuerte, porque tenía que ver con los abusos de su padre hacia ella, y cuando Catalina sale del estado de relajación, me pregunta ¡cómo lo había podido lograr! Después de un mes y medio recién supe el porqué ella había llegado a la consulta.
¿Antes de conocer a Catalina, cómo era la terapia que solías usar con tus pacientes?
– Se daba a partir de la conversación, donde uno conecta al paciente con su estado emocional, relacionado con su problemática presente. Se lleva al origen del conflicto personal que la afecta en la actualidad para mostrarle nuevos caminos y posibilidades.
¿Empleabas herramientas de otra naturaleza?
– Yo vengo de una formación rogeriana, pero siempre me abrí a otro tipo de terapias y estudié mucho durante años, como terapia familiar sistémica, terapias breves, interpretación de los sueños, reiki, numerología, entonces para poder sacar a Catalina de este silencio y que pudiera expresar lo que le pasaba fui implementando todas mis herramientas; y desde el momento en que la relajé se abrió una caja de Pandora.
¿Por qué, qué pasó con Catalina?
– A partir de la segunda sesión, a pesar de que la información que había surgió en la primera era muy fuerte, ella continuó recordando experiencias muy brutales, que fuimos trabajando, y para llegar a sanar tenía que hacer estas relajaciones. Es como si yo hubiera sacado la experiencia de todo mi aprendizaje que tenía hasta ese momento para implementarlo y crear un sistema a través del cual ella pudiera salir adelante. Y lo que nuevamente se salió de toda norma fue que al mes y medio de terapia, con sesiones una vez por semana, un maestro espiritual se hizo presente y comenzó a hablarme a través de ella; Catalina lo llamó Joshua y yo le pregunto quién es Joshua y me dice que es Jesús y que es su maestro, y me acordé de Brian Weiss que había hablado hace años de esto en el libro “Muchas vidas, muchos maestros”.
¿Esa información aparecía a través de los sueños de Catalina, o de los estados de relajación a los que la conducías?
– Por relajación, pero además empezó a irse a recuerdos personales de su propia historia. Pero lo que fue impresionante es que de a poco empezaron a hablar otros maestros; durante todo el resto de la terapia, que duró dos años y medio, los maestros espirituales estuvieron presentes.
¿Pero era información que ella soñaba y después te contaba, o se hacían presentes al momento de las relajaciones que hacías?
– Ella, a través de las relajaciones, estaba canalizando a los maestros, quienes directamente me daban indicaciones para ayudar a sanar a Catalina, y con el tiempo incluso yo misma me atreví a preguntarles. Lo curioso es que en un momento también me vio a mí en estado espiritual y pasé a ser la Bea, que con el tiempo comprendí era su puente con los maestros.
El hecho de que uno de los maestros lo haya identificado como Jesús ¿habrá sido porque ella era católica?
– Lo que pasa es que normalmente cuando las personas tienen religiones específicas los maestros tienen que ver con sus creencias. De hecho, al cuarto mes de terapia me dijo que a mí me acompañaba un maestro hindú que yo no tenía idea que existía, y yo había estudiado tres años budismo, y esa información la pude confirmar cuando años después hice un taller de meditación en Estados Unidos, pero durante la terapia aparecieron muchos, muchos maestros espirituales y cada uno traía una información distinta.
¿Y la información que daban se refería a un estado general de Catalina?
– Era sobre la situación emocional que ella vivía en el momento. Una cosa que ocurrió y que fue muy potente, fue que ella, como fue tan abusada, de chica se prometió que nunca tendría hijos, y cuando de adulta quiso tener hijos, no pudo. Ella había tenido cuatro abortos en su vida, dos de los cuales fueron producto de embarazos con el padre y los otros dos por ser obligada. El resultado es que de adulta generó una endometritis que le impidió ser madre. En varias de las sesiones, en estado de relajación aparece la virgen María, que la define como la gran madre, y cuando le dice que “uno se tiene que hacer responsable de lo que pide en la vida y si cuando chica pidió insistentemente que no sería nunca madre fue exactamente lo que pasó”, se me llegó a encoger el corazón al escucharla, porque cuando tú piensas y sientes de una determinada forma, tú creas la realidad, y Catalina la creó.
Muy drástico…
– Pero por otra parte, pasaba que ella se iba a vidas pasadas y en la primera vida a la cual se fue, estaba justo al momento de su muerte, y me relató que su marido se fue a la guerra y que como ella estaba enferma, sus hijos se los habían llevado a la madre. Entonces Catalina empezó a sentir dolores concretos de la muerte, tan fuertes que tuve que hacerle reiki para calmarla, pero de pronto ella describió otro espacio, uno que se llama “entre vidas”, y en ese espacio se conectó con sus padres de su vida actual y con la hija adoptiva que hoy tiene.
Y en ese periodo “entre vidas”, ¿ella podía describir lo que vivía y experimentaba?
– Me describía todo, incluso me habló de otros espacios espirituales. Un día yo con mi afán de que se conectara con la energía del amor, tras vivir maltratos, abusos y abandono, le dije que la iba a relajar y que la conduciría al laboratorio del amor. Y ella me respondió: ¡pero si yo ya he estado allá! Quedé con la boca abierta, porque era algo que yo estaba inventando para ayudarla, pero ella me dijo que ese espacio existe y que ahí están los niños que están por nacer. Eso fue muy impresionante para mí.
¿Eso querría decir que antes de nacer habría un espacio previo donde espiritualmente los estarían cuidando?
– Sí, y además trabajan con el futuro ser humano para la misión que tienen que emprender en la vida cuando nazcan. En el espacio entre vidas, tu eres apoyada y orientada como si estuvieras en una escuela donde te van mostrando cuáles fueron tus fragilidades y fortalezas en la vida que recién dejaste, y qué tienes que venir a desarrollar en la siguiente vida.
¿Por qué en estados de conexión espiritual pareciera más factible la sanación que sólo con el trabajo cognitivo?
– En un espacio espiritual se puede hacer cualquier cosa, en el sentido de que no hay tiempo ni espacio, por lo tanto puedes acceder a espacios no resueltos o por el contrario que hayan sido sanados. De hecho, en una oportunidad, pedí permiso a los maestros espirituales que estaban presentes para que ella pudiera despedirse de unos padres que había tenido en otra vida y que ella sentía e interpretaba que la habían abandonado, pero en realidad a ella la habían secuestrado y nunca más pudo volver con su familia, entonces cuando yo hago la sesión ella me describe toda la escena y se da cuenta que sus padres de esa vida nunca la habían abandonado y que siempre la buscaron y vivían muy tristes por no poder encontrarla. Y lo importante fue que con esa sesión Catalina pudo sanar esa experiencia de vida, que la había dejado marcada hasta entonces.
¿Y este sistema terapéutico lo empleaste con otros pacientes?
– Claro, paralelamente al momento en que atendí a Catalina, lo apliqué en otros pacientes que, aunque no tuvieran conexión espiritual o no tuvieran religión ni nada, se podían conectar de manera muy concreta. Me di cuenta que a través de una relajación donde la persona está absolutamente consciente, porque no pierde ni la voluntad ni la conciencia, la gente podría llegar a sanar traumas del pasado y de vidas pasadas.
Según tu experiencia, ¿las personas traemos en nuestra memoria celular, experiencias que nos han marcado no sólo en esta vida, sino que en cualquier otra anterior?
– Hay un aura que va contigo siempre y que tiene toda la información. Cuando llegas a la vida, el alma tiene la información completa, hay un campo energético que recoge toda la información de tus habilidades, desafíos, misión de vida, de las experiencias que resolviste o no resolviste, ¿entonces qué pasa? A lo largo de la vida presente hay cosas que se van manifestando.
¿Entonces con Catalina se sanaron estos grandes dolores que no sólo vivió en esta vida?
– Exacto; además, y lo más importante, es que ella recuperó su inocencia, pues su niña interna la tenía muy disociada, pues había sido contaminada con este padre enfermo.
¿Qué diferencia hay entre este tipo de terapia y la hipnoterapia regresiva?
– Lo primero que descubro es que en este estado de relajación no pierdes tu voluntad, siempre estás absolutamente consciente, por lo tanto todo lo que pase, lo vives y lo recuerdas, nadie te lo dijo. En segundo lugar, conecto con el alma, porque yo siento que al conectar a la persona con un espacio de paz, de calma, se está conectando con un espacio espiritual que es de su alma, y por eso es el alma el que lleva a la persona a que se conecte exactamente con lo que necesita descubrir; además yo entro en ese espacio espiritual y sano la experiencia cuando ésta continúa dejando huella en su presente. No se trata solo de traer experiencias a la memoria, sino de ir y resignificar la experiencia que marcó dolorosamente a la persona.
¿Siempre se llega a vidas pasadas?
– No, depende de lo que la persona necesita. Si lo que le ocurre tiene que ver con una vida pasada se irá espontáneamente, pero si no es así, se irá al año que corresponda en su vida presente. No se recuerda una vida anterior por nada, siempre es para explicarle a la persona algo muy concreto; esa vida le da luz a su vida presente.
Además de lo enriquecedor que puede ser para tu profesión este tipo de terapia, me imagino que como persona también ha sido revolucionario…
– Absolutamente. Yo llevaba muchos años meditando antes de conocer a Catalina, y además estudié mucho y había ido a la India, a un centro de meditación. Yo había hecho un proceso espiritual y personal con mi propia sanación. En ese sentido siento que Catalina no pudo haber llegado en otra etapa de mi vida, como persona y terapeuta, porque en ese minuto fui aplicando en forma creativa e intuitiva herramientas que me permitieron acceder a distintos sistemas con el objeto de rescatarla de ese espacio de dolor en el que vivía.
¿Cualquier persona puede someterse a este tipo de terapia?
– Absolutamente. He hecho esta terapia a más de cien personas, a algunas les puede costar un par de sesiones más porque son más mentales y no logran conectarse con la respiración, con las emociones, porque esto es entregarse y fluir, pero con un 80% de los pacientes que tengo hemos aplicado esta terapia cuando la han necesitado. Y te digo, a nadie le ha ocurrido que no le pase nada, tenga creencias espirituales o no, porque en el fondo, yo los conecto con su corazón, con su alma.
El libro, que se encuentra en diversas librerías a lo largo del país, contó para su concreción con el fundamental apoyo y redacción del periodista Santiago Yazigi, hijo de Hirmas, con quien la coautora pudo interpelar, cotejar y traducir las cientos de capas de una experiencia que originalmente estaban registradas en el cuaderno de su uso profesional. Según escribe Yazigi, “escribir este libro fue un desafío enorme por muchas razones: porque se refiere a un tipo de terapia que no es fácil de creer, comprender ni transmitir; porque es muy importante para mi madre y, sobre todo, porque es el fruto de un proceso terapéutico complejo y misterioso con una paciente extraordinaria, una sobreviviente, en más de un sentido”.
¿Quiénes son y qué hacen?
Beatriz Hirmas: Es orientadora en relaciones humanas y familia (Instituto Carlos Casanueva) con 23 años de experiencia como terapeuta. Se ha especializado en terapia floral, reiki y trabajo de traumas inconscientes por medio de relajaciones simples; realiza talleres de desarrollo personal y espiritual, y es coautora del libro «Un manual orientador sobre el síndrome de Down».
Santiago Yazigi: Es periodista (UDP), diplomado en historia del Cine (UC.) y Máster en Bellas Artes especializado en guión de largometraje de ficción (York University, Canadá) Ha sido guionista del programa de TVN «Patiperros», evaluador y asesor de guiones en Rumania y Chile. Coprodujo el documental canadiense «Iggstock» y publicó el libro de aforismos «Te doy mi palabra». Profesor de cine y guión en la UDP, UDLA y UNIACC, además dicta talleres particulares en estas materias.
Crédito fotografía: Amaia Diez